4/9/12

Beguinas


Las beguinas encarnan una de las experiencias de vida femenina más libre de la historia. Laicas y religiosas a la vez, vivieron con una total independencia del control masculino –familiar y, o eclesiástico- y la libertad de que gozaban es inseparable de la red de relaciones que establecen: de forma primaria entre ellas, con Dios “sine medio”, y con el resto de mujeres y hombres de las ciudades donde vivían.


El de las beguinas es un movimiento que nace a finales del siglo XII en un ámbito geográfico concreto, Flandes –Brabante– Renania, que se extiende con rapidez hacia el norte y el sur de Europa, y en cuyo seno encontramos mujeres de todo el espectro social cuyo deseo es el de llevar una vida de espiritualidad intensa, pero no de forma claustral, como estaba sancionado socialmente, sino plenamente incardinadas en las ciudades entonces emergentes.
Los beguinatos son espacios específicamente femeninos, creados y definidos por las mismas mujeres,un conjunto de casas o una auténtica ciudad dentro de la ciudad, como los grandes beguinatos flamencos, declarados Patrimonio de la Humanidad el año 1998.
Todos ellos, sin embargo, representan una misma realidad: un espacio que no es doméstico, ni claustral, ni heterosexual. Es una espacio que las mujeres comparten al margen del sistema de parentesco patriarcal, en el que se ha superado la fragmentación espacial y comunicativa y que se mantiene abierto a la realidad social que las rodea, en la cual y sobre la cual actúan, diluyendo la división secular y jerarquizada entre público y privado y que, por tanto, se convierte en abierto y cerrado a la vez. Un espacio de transgresióna los límites, tácitos o escritos, impuestos a las mujeres, no mediatizado por ningún tipo de dependencia ni subordinación, en el que actúan como agentes generadores de unas formas nuevas y propias de relación y de una autoridad femenina. Un espacio que deviene simbólico al erigirse como punto de referencia, como modelo, en definitiva, para otras mujeres.

Las mujeres que formaban la comunidad vivían dando gran importancia a la palabra, la comunicación y la transmisión de conocimientos entre ellas, así como en el de relación directa y no mediada con la divinidad

Fue precisamente la acción libre de estas mujeres, muchas de las cuales interpretaban y predicaban las Sagradas Escrituras a su libre albedrío en lengua materna, lo que, desde un principio, despertó los recelos de los jerarcas eclesiásticos. Muchas sufrieron sospechas y persecuciones de la Inquisición y algunas fueron incluso quemadas en la plaza pública :  este fue el caso de la beguina francesa Margarita Porete.

Las beguinas encarnan una de las experiencias de vida femenina más libre de la historia. Laicas y religiosas a la vez, vivieron con una total independencia del control masculino –familiar i/o eclesiástico- y la libertad de que gozaban es inseparable de la red de relaciones que establecen: de forma primaria entre ellas, con Dios “sine medio”, y con el resto de mujeres y hombres de las ciudades donde vivían.


La catedrática de Historia Medieval Milagros Rivera Garretas escribe:

"Es una forma de vida inventada por mujeres para mujeres"

"Quisieron ser espirituales pero no religiosas. Quisieron vivir entre mujeres pero no ser monjas. Quisieron rezar y trabajar, pero no en un monasterio. Quisieron ser fieles a sí mismas pero sin votos. Quisieron ser cristianas pero ni en la Iglesia constituida ni, tampoco, en la herejía. Quisieron experimentar en su corporeidad pero sin ser canonizadas ni demonizadas"

"Para hacer viable en su mundo este deseo personal, inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida exquisitamente política, que supo situarse más allá de la ley, no en contra de ella. Nunca pidieron al papado que confirmara su manera de vivir y de convivir ni se rebelaron, tampoco, contra la Iglesia".




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